8 de marzo son todos los días

Transcurrió el 8M en la sierra norte de Madrid, casi sin asomarse, sin pisar la calle; salvo el gesto testimonial de algunas valientes que no necesitan de ningún delegado para ejercer derechos: el derecho a no ser despreciadas y a no ser empujadas, una vez más, a lo invisible. El derecho a expresarse en igualdad, como se expresan otros, los que siempre tuvieron permiso de antemano, los del brazo en alto y bandera rojigualda, los de alcohol y bengala y cerebro de papel.

El Tribunal Constitucional validó el mismo lunes 8 de marzo que las organizadoras de las convocatorias no garantizaban la distancia, ni contaban con capacidad para evitar la retirada de mascarilla o las voces en alto. Y ese fue todo el argumento. Daba igual si antes o después, esas mismas medidas habían dejado de importar para el resto de actos y para la vida cotidiana que se vive en los trenes de hora punta o en las terrazas de los bares. El patriarcado ya se había pronunciado.  La historia del Constitucional cuenta con un número de mujeres que se pueden contar con los dedos de una mano y un dedo de la otra, son seis. Así que sí, nuestra máxima instancia judicial, este garante ecuánime del derecho es un ejemplo más, pero no menos, de lo que en este último 8M, como en el resto de los anteriores, se pretendía defender, en la calle, por mujeres acostumbradas a pensar en los cuidados.

En Madrid capital también se renunció a la presencia acostumbrada, pero aún así sus calles y barrios no se quedaron en silencio obediente, ni fueron ajenas y ajenos a los mensajes importantes. Nadie puede callarnos por el hecho de ser mujeres.

En la sierra, como ocurre con tantas cosas prohibidas, se terminó por conseguir el efecto contrario: el 8 marzo son todos los días.

El sábado 13 de marzo, las Violetas Serranas y otras feministas volvimos a tomar la calles para señalar a la violencia por el asesinato de Mari Cruz e Isabel en El Molar, sucedido cuatro días antes. Lo importante no era tanto el número de las convocadas sino el lugar y la causa.

Las instituciones han intentado fagocitar la energía de quienes no se conforman con que otros les resuelvan cómo y cuándo hacer las cosas.  Y aunque somos conscientes de que nos falta algo de tejido, porque vivimos alejadas del núcleo de colectivos sociales en Madrid, este sábado las Violetas Serranas nos recordaron la importancia de salir a la calles, de apoyarnos en grupo, de aprovechar la inteligencia colectiva como motor de cambios, justo cuando más nos hace falta.

Os dejamos un enlace al vídeo de la acción y esperamos seguir viéndonos, compañeras.

https://vimeo.com/523456617

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